Distinguidos lectores:
Desde nuestra última edición, por distintas fuentes oficiales se ha publicado información que nos permite tener una mejor perspectiva de lo que ha significado el golpe del COVID-19 en nuestro país, reflejando primeramente la dolorosa realidad en pérdidas humanas y afectación a la salud de miles de ecuatorianos.
Respecto de la economía, en nuestro país cayeron las ventas locales y de exportación en USD $10.237 millones de dólares entre marzo y abril 2020, aún con actividad parcial en el primer mes. Esta afectación a las empresas se refleja, muy lamentablemente, también en el desplome de plazas de trabajo, las cuales a través del IESS conocemos que ascienden en 206.107 puestos hasta el mes de mayo 2020, si hacemos comparación interanual. Absolutamente todas las actividades reflejan contracción; sin embargo, proporcionalmente, seguimos identificando al sector de la construcción como uno de los más golpeados y, por ende, también al encadenamiento que conlleva con el comercio, la manufactura y los servicios.
La situación actual debe llevarnos a la reflexión, de tal manera que podamos identificar las oportunidades que se presentan en toda crisis tanto en los temas sanitarios como desde la óptica empresarial y el impacto que ahí se puede generar hacia la sociedad en virtud de sus nuevas condiciones y necesidades.
El paso de un color del semáforo a otro va generando un ambiente de optimismo, aún cuando sabemos que la recuperación será lenta y que esta nueva realidad todavía no tiene fecha de quiebre. El empresario ecuatoriano ya está enfocándose en el futuro, con una mirada responsable y consciente. Importante que las autoridades sepan ubicar a quien cumple en esencia estas cualidades, para actuar en consecuencia respecto de lo que se necesita para que entremos en una dinámica sostenible de manera virtuosa.
En todo este proceso, deseamos fervientemente que la reapertura productiva nos lleve a todos hacia mejores días.