Uno de los desafíos más importantes que tienen la humanidad en la actualidad, es el problema del calentamiento global y los efectos del cambio climático, en el último siglo, la población mundial ha crecido exponencialmente, lo que significa el crecimiento inherente del consumo, y por tanto la explotación de recursos e incremento de la producción industrial. Este crecimiento, si bien apoya al desarrollo de la economía de un país, también ha generado grandes problemas ambientales como resultado de procesos dependientes del consumo de combustibles fósiles, la deforestación, ineficiente uso de la energía, del agua, entre otros.
Como resultado de estos procesos, ya sea de forma directa o indirecta se contribuye al incremento de la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera, especialmente del dióxido de carbono (CO2), lo cual finalmente conllevaría al aumento del calentamiento global, que se manifiesta en el planeta con los cambios en los patrones del clima, como inundaciones y extremadas sequías.
Desde los años 90, ya se fueron desarrollando esfuerzos globales en torno a reducir el calentamiento global, es así como a partir de la suscripción del Protocolo de Kioto, los países se comprometieron a reducir sus emisiones totales de gases de efecto invernadero (GEI), en un promedio de 5,2% por debajo de los niveles de 1990, durante el periodo 2008-2012.
El Acuerdo de París (2015) adoptado por 196 países, incluyendo al Ecuador, reconocieron la necesidad y emergencia de una respuesta progresiva y eficaz ante la amenaza del cambio climático y sobre sus repercusiones, el acuerdo global se plasmó en reducir las emisiones y evitar que el calentamiento de la Tierra exceda los 1,5°C, con relación a la era preindustrial. Con este acuerdo, se promueve en los países la transición hacia una economía baja en emisiones y resiliente al cambio climático, a través de objetivos nacionales que aporten a este cambio, mediante las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC).
A pesar de estos esfuerzos, en el año 2021, la Organización de las Naciones Unidas, luego de revisar los planes de reducción de emisiones de los países, a pesar de que se llegaran a cumplir, son insuficientes, pues se estima un incremento de la temperatura en un 16% al 2030 respecto al 2010; muy alejado de la reducción del 45% requerida; por tanto, “el mundo se dirige a un calentamiento catastrófico de 2,7°C”[1].
Recientemente, en el año 2021, durante la Cubre de Glasgow, los países reafirmaron los compromisos del Acuerdo de París, y entre sus retos relevantes están la reducción del carbón como fuente de energía y la eliminación gradual de los subsidios a los combustibles, así también como el compromiso de detener y revertir la pérdida de bosques, la degradación de las tierras y la reducción de emisiones de CO2 un 45% hasta el 2030.
Varios países ya están trabajando en estos compromisos, es así como en Francia para el 2040, se plantea finalizar la venta de vehículos de combustión, por tanto, los coches y furgonetas nuevos serán cero emisiones. Alemania, reafirmó la neutralidad para 2050, y apunta hacia la reconversión del sector energético, la eficiencia térmica en las construcciones, el transporte y el sector agrícola. EEUU apunta a reducir en un 52% las emisiones para 2030 y que la producción eléctrica completa sea libre de emisiones para 2035.
Es una realidad que el cambio climático nos afecta a todos y que no es un problema que lo deben resolver solo los gobiernos, pues las acciones deben ser un compromiso de todos los sectores de la sociedad; desde el sector productivo, las empresas grandes y pequeñas pueden aportar de forma pragmática al desafío de la reducción de emisiones de GEI.
Desde esta perspectiva, las empresas independientemente de su tamaño o actividad, que busquen mejorar su competitividad y contribuir a la desaceleración del calentamiento global, pueden iniciar midiendo sus emisiones de GEI a través de la huella de carbono, establecer planes de reducción y finalmente compensar anualmente sus emisiones de GEI. Con este objetivo, las empresas deben implementar un programa de carbono neutralidad, que normalmente se basa en normativas internacionales de cuantificación y reporte (Normas ISO, por ejemplo).
En el país se cuenta con el Programa Ecuador Carbono Cero, liderado por el Ministerio del Ambiente y Transición Ecológica que busca promover acciones frente al cambio climático en las diferentes organizaciones, bajo un esquema transparente y verificable, que les permita acceder a incentivos ambientales dependiendo del nivel de aplicación (cuantificación o inventario, reducción y compensación).
Desarrollar un programa de carbono neutralidad, conlleva a implementar medidas de ecoeficiencia en la empresa como el ahorro en el uso del agua, energía, de los combustibles fósiles, etc.; si bien el primer beneficio es ambiental; las ventajas económicas y comerciales, pueden aún ser más atractivas:
Ventaja competitiva: al ser neutral le permite posicionarse con ventaja frente al consumidor y diferenciarse de la competencia, considerando que el mercado apunta hacia la economía sostenible. Se tiene mayor facilidad en la apertura de nuevos mercados en los que se requiera demostrar un buen desempeño ambiental.
Cumplimiento de requisitos y regulaciones: los gobiernos se encuentran implementando acciones para cumplir con el Acuerdo de París; y, por tanto, a futuro, se espera la implementación de más regulaciones para el control y reducción de las emisiones de GEI.
Reducción y control de costos: con la implementación de medidas para eliminar las ineficiencias de los procesos operativos, de acuerdo con las necesidades y capacidad de la empresa, se reducen los costos operativos.
Aumento de la innovación: con la neutralidad, se promueven nuevos modelos empresariales innovadores hacia una economía baja en carbono.
[1] El mundo se dirige a un calentamiento “catastrófico” de 2,7 grados (rtve.es)