La herencia de un legado: el industrial del año es también el guardián de una historia centenaria
Detrás de las grandes industrias hay historias que nacen de la pasión, la visión y una profunda vocación de servicio. Y pocas trayectorias en el país tienen el peso simbólico, técnico y humano de la familia Bjarner. Desde 1913, cuando el Dr. Anders Bjarner llegó a Guayaquil desde Dinamarca, esta dinastía ha construido, con ciencia y corazón, una empresa familiar que ha sido sinónimo de salud, ética y calidad farmacéutica en el Ecuador.
Hoy, más de un siglo después, celebramos a uno de sus herederos más ilustres: el Dr. Christian Bjarner Elizalde, quien ha sido elegido por el Consejo Directivo de la Cámara de Industrias de Guayaquil como el Mejor Industrial del Año. Su liderazgo no solo honra la memoria de quienes lo precedieron, sino que también proyecta a la industria farmacéutica nacional hacia estándares de innovación, responsabilidad y excelencia global.
Conversar con el Dr. Bjarner es adentrarse en un universo donde la historia se entrelaza con el futuro, donde cada decisión empresarial está marcada por una profunda conciencia ética y una firme convicción por el desarrollo del país. Su testimonio es, sin duda, una inspiración para todos quienes creemos que la industria ecuatoriana es capaz de conquistar el mundo sin renunciar a sus raíces.
En las siguientes páginas, conocerán de cerca al hombre detrás del reconocimiento. Un industrial formado en la práctica y en la academia, que ha conocido de cerca cada etapa de la industria farmacéutica, con vocación de líder y con una mirada firme puesta en el bienestar de los ecuatorianos.
Más allá del mérito empresarial, ¿qué representa para usted el haber sido designado “Industrial del Año” por el Consejo Directivo de la Cámara de Industrias de Guayaquil?
Para mí, recibir esta designación es, ante todo, un gran honor que acepto con mucha humildad. Más allá del mérito empresarial, lo siento como un reconocimiento a una vida de trabajo guiada por valores, pero también a una tradición familiar que ha buscado siempre servir al país a través de la industria. Este premio no es solo mío: pertenece también a quienes me precedieron y a todos los que hoy forman parte de nuestro equipo. Este reconocimiento me compromete a seguir trabajando con la misma responsabilidad y entrega, convencido de que los logros individuales solo tienen sentido cuando se transforman en bienestar para la sociedad ecuatoriana.
¿Qué sintió al recibir la llamada del presidente Juan Carlos Navarro con la noticia de su reconocimiento?
Cuando conocí de la noticia, sentí una profunda gratitud y también una gran responsabilidad. Porque este reconocimiento, más que un logro personal, lo considero el resultado del esfuerzo colectivo de todo un equipo que ha trabajado a mi lado durante tantos años. Cada uno de ellos ha contribuido con dedicación y compromiso a que nuestra organización avance y aporte al país. Por eso lo recibo como un homenaje compartido con quienes han hecho posible este camino.
Usted proviene de una familia con una larga trayectoria en la industria farmacéutica. ¿Cómo influyó ese entorno en su formación personal y en su manera de liderar dentro del sector farmacéutico? ¿Podría compartirnos alguna anécdota —personal o profesional— que haya dejado una huella en su camino como industrial?
Mi formación estuvo marcada desde el inicio por la cercanía con la industria. Nací en una familia de químicos y prácticamente me crié en los pasillos donde se preparaban las fórmulas magistrales. Aún en el colegio, mis primeros pasos fueron tan simples como lavar frascos y, luego, mientras avanzaba en mis estudios de química, pasaba muchas horas en la planta que estaba en la misma cuadra donde crecí. Esa experiencia me permitió recorrer distintas áreas de la cadena productiva y conocer, de primera mano, cada puesto y cada detalle de lo que implica nuestra industria. Más que una anécdota puntual, podría decir que fue un cúmulo de experiencias desde mi niñez que me inculcaron un profundo amor por la profesión y un respeto absoluto por el trabajo en equipo.
No puedo dejar de mencionar un hecho que marcó un antes y un después en mi vida: el repentino fallecimiento de mi padre. De un viernes en que él lideraba el grupo empresarial, pasé a un lunes en el que me correspondió asumir la enorme responsabilidad de continuar con su tarea en una etapa crucial para la compañía, pues estábamos en medio de fuertes inversiones para la ampliación de la planta. Fue una situación compleja, por decir lo menos, pero el haberme formado desde adentro y conocer de primera mano cada proceso de la empresa se convirtió en una ventaja decisiva. Con mucho trabajo, disciplina y el apoyo de un gran equipo, logramos salir adelante y consolidar ese proyecto de expansión iniciado por mi padre.
Al mirar atrás y con la perspectiva del tiempo, comprendo que esa experiencia me enseñó la importancia de estar siempre preparado para asumir grandes responsabilidades, aun cuando la vida nos sorprende y rompe el orden que creemos establecido. Esa lección marcó mi manera de liderar: con la convicción de que todo industrial debe estar listo para responder en los momentos más difíciles, porque es ahí donde se pone a prueba el carácter, los valores y el compromiso con la gente.
¿Cómo fueron sus inicios en la industria farmacéutica? ¿Hubo alguna experiencia clave que marcó su visión empresarial?
Mis inicios fueron muy sencillos, pero fundamentales. Empecé ocupando cargos básicos: lavando frascos y botellas, y luego, ya como estudiante, colaborando como auxiliar de los químicos preparadores de fórmulas. Poco a poco fui involucrándome en la fabricación y en la formulación, y esa experiencia me permitió entender la importancia del detalle en cada etapa del proceso.
Con el tiempo, encontré un espacio en el que me sentí especialmente identificado: el departamento de control de calidad. Allí me rodeé de un gran equipo de profesionales que marcaron la diferencia y me enseñaron que la verdadera fortaleza de nuestra industria está en poner la calidad por encima de cualquier otro factor. Esa convicción, que nació en mis primeros años de trabajo, ha guiado siempre mi manera de ver y liderar la empresa: solo con productos confiables y de excelencia es posible construir una industria sólida y sostenible.
¿Cómo describiría su estilo de liderazgo y qué valores considera innegociables dentro de los equipos que lidera?
Creo en un liderazgo que se predica con el ejemplo, donde la verdadera autoridad no se impone, sino que se gana. Y ese liderazgo se gana cuando el ejemplo inspira y logra influir positivamente en los demás. Solo se alcanza cuando existe un dominio absoluto de la causa y se genera confianza con hechos y no con imposiciones.
En los equipos que me honro en presidir, hay principios que jamás se pueden negociar: la honradez, la ética y la capacidad de trabajo. Y cuando hablo de capacidad de trabajo, me refiero a esa actitud de anticiparse y resolver, de cumplir la tarea aunque parezca difícil, de echarse para adelante y sobreponerse a los obstáculos. Esa cultura del esfuerzo y de la responsabilidad compartida es la que ha sostenido siempre a nuestra organización.
Si pudiera compartir una fórmula con la nueva generación de industriales, ¿cuáles serían los ingredientes esenciales del éxito?
Si tuviera que compartir una fórmula, diría que los ingredientes esenciales son la responsabilidad, la constancia y la perseverancia. El éxito no se construye de la noche a la mañana ni con atajos: se alcanza trabajando, trabajando y trabajando.
Incluso en los momentos de mayor incertidumbre, la salida siempre existe cuando hay compromiso verdadero y disciplina. Creo que el verdadero sentido de la industria no está solo en crecer o perdurar, sino en generar bienestar. Una empresa solo cumple su propósito cuando, además de producir con calidad y responsabilidad, logra que las familias de sus colaboradores encuentren estabilidad y desarrollo.
A la nueva generación le diría que trabajen con ética, con visión social, con humildad y con respeto por las personas que los acompañan en el camino. Porque solo así se construye una industria sólida, que no solo genera productos, sino también confianza y progreso para la sociedad.