Por: Rosabeth Moss Kanter
Adaptación del artículo publicado por McKinsey & Company y Harvard Business Review
Durante décadas, la narrativa dominante del capitalismo ha sido simple, pero reduccionista: las empresas existen para maximizar beneficios financieros, principalmente para sus accionistas. Pero esta lógica tradicional —conveniente para algunos y desastrosa para muchos— está perdiendo fuerza frente a una realidad más compleja, interconectada y exigente.
Hoy, las grandes empresas que lideran no son aquellas que solo reportan buenos números trimestrales, sino las que entienden su papel como instituciones sociales. Aquellas que piensan diferente. Que entienden que el propósito, la cohesión cultural, la sostenibilidad y la innovación social son activos igual de valiosos que las utilidades. A eso, Rosabeth Moss Kanter lo llama lógica institucional, y representa una forma de hacer empresa más humana, más coherente y potente.
Mucho más que vender productos, Rosabeth plantea seis formas en que las grandes empresas piensan diferente:
- Un propósito compartido como brújula
Las empresas sobresalientes conciben su organización como una institución con propósito social, más allá de los bienes o servicios que ofrecen. El Grupo Mahindra, por ejemplo, se autodefine como “muchas empresas unidas por un propósito común: permitir que las personas se superen”. Esta idea cohesiona a sus más de 117.000 empleados en más de 100 países, guiando decisiones estratégicas y culturales.
- Invertir en relaciones a largo plazo
Cuando Shinhan Bank de Corea del Sur adquirió a la problemática Chohung Bank, la oposición sindical fue masiva. En lugar de imponer integración forzosa, Shinhan aplicó una lógica institucional: respetó la autonomía, igualó salarios y creó espacios de integración emocional. En poco más de un año, ambos bancos colaboraban como uno solo, superando expectativas financieras y sociales.
- Compromiso emocional y valores vividos
La emoción no es un accesorio en las grandes empresas: es un motor. En P&G, por ejemplo, cada empleado en África Occidental tiene un objetivo medible de impacto social. Esto llevó a crear clínicas móviles para reducir la mortalidad infantil. Resultado: mayor impacto social y una de las regiones de mayor crecimiento para la compañía. Los valores no se quedan en la pared, se viven.
- Alianzas con el sector público y las comunidades
En mercados diversos y cambiantes, las alianzas público-privadas no solo abren puertas: son esenciales para generar legitimidad. Las grandes compañías buscan relaciones duraderas con gobiernos, líderes comunitarios y proveedores locales, aportando más que beneficios económicos. A cambio, ganan confianza, relevancia y una “voz en la mesa” para influir positivamente en políticas públicas.
- Innovación guiada por el bien común
Cemex no solo vende cemento. También impulsa soluciones para problemas sociales. Sus productos innovadores incluyen concreto antibacterial para hospitales, concreto resistente al agua para zonas vulnerables y programas como Construrama, que fortalece a ferreterías locales sin cobrarlas por usar su marca. El impacto social se convierte en motor de crecimiento.
- Redes de autoorganización y confianza
En empresas con lógica institucional, los empleados no solo “cumplen tareas”: son agentes de cambio. IBM, por ejemplo, identificó oportunidades clave como la virtualización gracias a un Innovation Jam con más de 140.000 participantes. En Shinhan, antes de la integración oficial, ambos bancos ya compartían banderas y buenas prácticas por voluntad propia. La autogestión no es caos: es confianza.
Una visión empresarial que también da resultados
Lejos de ser filantropía disfrazada, esta forma de pensar impulsa resultados concretos. Las empresas que aplican lógica institucional tienden a tener mayor resiliencia, reputación, lealtad del talento y sostenibilidad financiera. Porque cuando una empresa invierte en su gente, en su cultura y en su entorno, invierte también en su futuro.
Aprender de las cooperativas… y de los supercorps
Las cooperativas llevan décadas aplicando esta lógica. Por eso, Kanter las llama “supercoops”: organizaciones que existen para servir a sus miembros, con voz en la toma de decisiones, estructuras democráticas y un propósito enraizado. Las grandes empresas que hoy se transforman —los supercorps— se están acercando a esa misma forma de pensar.
Conclusión: el nuevo ADN empresarial
En un mundo donde la desconfianza hacia el poder corporativo crece, las empresas tienen dos caminos: resistirse al cambio o liderarlo. Aquellas que eligen lo segundo, entienden que el éxito empresarial no está reñido con el bien común. Que una empresa puede ser rentable y responsable, innovadora y humana, global y cercana. Que puede pensar diferente, y hacerlo mejor.