Por: Walter Spurrier
ASESOR ECONÓMICO CIG

El gran estímulo

El 10 de agosto el Senado de los EE.UU. aprobó el proyecto de ley de infraestructura, por USD1 billón (trillón en nomenclatura anglosajona). El ala izquierda del partido demócrata solo votó por ese proyecto bajo condición que también se apruebe el proyecto de ley para programas sociales y climáticos por USD3,5 billones. Antes, en marzo, fue aprobado el proyecto ¨Rescate de América¨ de Biden por $1,9 billones de ayuda social, gracias al cual familias han recibido del gobierno hasta tres cheques. Una familia de bajos recursos de dos adultos, uno con empleo, más dos niños, podría acumular beneficios hasta por USD12.450 en un año.  En cuanto al medio circulante, el Federal Reserve lo incrementó en 26% en 2020.

La innovación de Keynes

Con Joe Biden, el keynesianismo retorna con fuerza al epicentro de la política económica de los EE.UU., recibido con el aplauso de algunos expertos y la acerba crítica de otros. Keynes fue un innovador en la política económica, con su tesis que lo más importante en el manejo económico es el crecimiento de la demanda agregada. Motivo por el cual, mientras no haya pleno empleo, el gobierno debe incrementar el gasto público porque eso permite utilizar la capacidad ociosa instalada, y crea empleo. El dinero gastado en estimular la economía, el fisco lo recupera por las mayores recaudaciones.

Las ideas de Keynes ganaron influencia a partir de la Gran Depresión que estalló en 1929, en que se percibía que el capitalismo era un sistema fracasado que no lograba la creación de empleo. Pero su adopción como política de Estado recién se dio en los EE.UU. con Lyndon Johnson (fines de 1963), cuando Johnson simultáneamente incrementó el gasto militar y el social. En el resto de la década EE.UU. vivió gozó de fuerte crecimiento con baja inflación.

Emerge Friedman

Pero la inflación comenzó a avivarse y llegó a 5,9% en 1970. Con el alza del precio del petróleo en 1974, trepó a 11%, Todo ese dinero que emitía el Fed y lo que gastaba el Estado no estimulaba la economía. Al fenómeno se lo denominó estanflación. Comenzó a oírse la voz de Milton Friedman. 

Para quienes comenzaron a trabajar o estudiar en 1980 o después, la ortodoxia es Milton Friedman, quien puso énfasis en el manejo monetario. Los bancos centrales tienen que mantener una liquidez adecuada para controlar la inflación. El aumento del circulante no genera crecimiento, sino inflación. Lo importante es la estabilidad de los precios. La gente mantiene su tren de gasto y no lo aumenta porque gana más: es la microeconomía lo que cuenta. Las decisiones en el mercado las toma cada persona de manera individual ejerciendo su libertad de escoger. La intervención del Estado en la economía arroja malos resultados. Estos criterios se sintetizaron en el Consenso de Washington que los organismos multilaterales difundieron en América Latina. 

Margaret Thatcher en Gran Bretaña y Ronald Reagan en EE.UU. fueron los apóstoles del friedmanismo.

Si bien los políticos se convirtieron a la nueva ortodoxia, durante estas cuatro décadas

las teorías de Friedman han convivido con un keynesianismo light. Incluso el propio Reagan

invirtió fuertemente en defensa, esto es, no bajó el gasto público. Donald Trump dejó aprobado un paquete de estímulo por USD928 millardos (billones anglosajones). 

Resurge Keynes 

Desde la crisis de 2008, crecen en los EE.UU. las críticas a la ortodoxia de Friedman, porque ni los EE.UU. no Europa se recuperaron lo suficientemente rápido de la crisis financiera de ese año. Implícitamente los asesores de Biden critican la gestión de Obama, de quien Biden fue vicepresidente. 

Los economistas keynesianos resaltan que todo el estímulo monetario de 2020 no resultó en una reavivación de la inflación, que terminó el año en 1,4%, por debajo de la meta de 2%. Ahora esos economistas están en le mando, al menos en los EE.UU., y el Keynesianismo es de nuevo política de Estado. 

El debate

Los mismos indicadores dan lugar a interpretaciones diversas. El FMI prevé un crecimiento en los EE.UU. de 6.4% y los críticos, que incluyen a Larry Summers, asesor económico de Obama para cuando se diseñó la política para enfrentar la recesión de 2008, apuntan que con esa tasa récord de crecimiento no se justifica estímulo y que genera inflación, que ha subido a 5,4%. Los defensores dicen que esto es temporal, que la inflación estuvo muy por debajo de su meta por mucho tiempo.

Los simpatizantes del estímulo muestran que se ha logrado incrementar el sueldo de los que menos ganan, puesto los supermercados y cadenas de comida rápida han subido el salario a USD15 por hora, con lo que se logra disminuir desigualdades sociales. Los críticos podrían anotar que a pesar del alza del salario la gente no retorna al empleo, pues prefiere vivir sin trabajar del cheque que les manda el gobierno. 

No hay camino único 

La economía es científica en cuanto a sus métodos, pero no llega a tener el poder predictivo de la física o química. El hombre y su sociedad son demasiado complejos. Ni Keynes ni Friedman alcanzan a armar una teoría que pueda aplicarse en toda circunstancia, y además sus adeptos una vez en el poder se exceden, como en América Latina en los 70 y 80 en que la inflación llegó en algunos años a promediar por sobre 20% para la región como un todo. 

Lo probable es que en algún momento en EE.UU., quizá a fines de la década, comiencen a disminuir los beneficios del tremendo estímulo, y a ser más evidentes sus efectos nocivos. Y entraremos en otra etapa de Friedman.

Hasta entonces, Keynes está de vuelta.