Por: Francisco Briones
Senior Partner Andersen Ecuador
Estimar el impacto agregado de las interrupciones eléctricas en la economía es realmente complejo. No existe cálculo exacto y todos son solo aproximaciones. En lo micro, la cuantificación es más factible y hay más opciones que aplicar para paliar los efectos.
Consideremos lo macro. Una división simple del PIB nominal estima la producción económica por hora entre USD 12 y USD 15 millones a nivel nacional. Esa sería la pérdida productiva si se detuviera absolutamente toda la actividad económica y nos quedáramos, literalmente, inactivos durante una hora. Pero no es el caso, un apagón no necesariamente implica que la producción económica se detiene por completo. Si bien muchos negocios y empresas detienen su operación, también hay las que no paran u operan de forma parcial.
Otra referencia de lo macro es a través de lo que cuesta. Empecemos con una referencia del costo de generación. De acuerdo con datos oficiales de la ARCONEL, el costo promedio de generación del kilovatio hora (kWh) es de USD 2.98 centavos que, multiplicado por el racionamiento diario de aproximadamente 27,000 mWh (equivalente al 30%), resultaría en un costo aproximado de USD 805 mil diarios. Si se considera el costo promedio para el consumidor final, USD 9.30 centavos, el costo asciende a USD 2.51 millones diarios. Es decir, en un mes de apagones el impacto sería de mínimo USD 75.33 millones dado que el costo por kWh autogenerado térmico es mayor al del servicio público.
Pero todo esto considerando exclusivamente el costo de la electricidad como referencia. Adicionalmente, hay que considerar la inversión (o gasto) en la compra (o alquiler) e instalación de generadores u otras soluciones energéticas. Todo lo cual ocasiona impactos financieros que afectan a los negocios.
Por otro lado, en lo micro, a la interna de cada negocio, se pueden identificar más exactamente los costos asociados a los apagones. Pérdidas de producción y ventas, costos de autogeneración, daños de equipos por intermitencia eléctrica, accidentes, costos laborales por cambio de horarios, entre muchos otros más.
Luego hay que sumar el costo de las soluciones. En primer lugar, los sistemas de back-up y planes de continuidad del negocio. Dependiendo de la actividad, no solo energéticos, sino también de telecomunicaciones, logísticos, de suministro de agua, de sistema de información, de los sistemas en línea, entre otros.
Adicional, la protección de las inversiones. Identificar adecuadamente los riesgos que necesitan cobertura de seguros es vital para la continuidad. Hay múltiples opciones en el mercado para diversas necesidades. Así también considerar, evaluar y planificar el autoabastecimiento permanente.
Por último, la optimización fiscal. ¿Cómo logramos minimizar el impacto no solo productivo sino también en el estado de resultados? Aquí toma relevancia una correcta y eficiente administración de los beneficios fiscales. Aplicación de impuestos y registros contables adecuados, gastos deducibles, inversiones con incentivos, diferimientos, entre muchos más que pueden aliviar la carga impositiva en medio de las inversiones para atravesar esta coyuntura.
Si bien las pérdidas son inevitables, hay opciones para minimizarlas. Pues si bien la crisis acabará cuando llueva y se llenen los embales, la demanda energética seguriá aumentando a un mayor ritmo del que lo hará la generación.