Por: María José Zambrano
PRESIDENTA ORGANIZACIÓN Y PROMOCIÓN DE LA ECONOMÍA VIOLETA – OPEV

La prosperidad, los ingresos, la protección social, la educación, el conocimiento y las oportunidades, no están al alcance de todos, siendo la desigualdad una característica de vieja data en América Latina. La crisis que enfrentamos a nivel global ha profundizado la desigualdad de género, amenazando de manera desproporcionada el bienestar de niñas y mujeres; esta recesión económica con mayor  impacto en la población femenina, ha empezado a ser llamada Shecession (la recesión de ellas), la pandemia a causa del COVID- 19 ha borrado años de ganancias sociales y económicas para las mujeres y está lista para dejar cicatrices duraderas en nuestra región mientras recrudece las desigualdades que ya vivíamos.

A diferencia de cualquier otra recesión moderna, la desaceleración desencadenada por la pandemia ha creado mayores pérdidas de empleo para las mujeres que para los hombres, siendo los sectores más afectados los sobrerrepresentados por la población femenina: turismo, manufactura, comercio al por mayor y menor, trabajo doméstico remunerado, salud y educación (CEPAL, 2021). De acuerdo a cifras de la Organización Internacional del Trabajo en América Latina y el Caribe 13 millones de mujeres vieron desaparecer sus empleos, mientras 12 millones de mujeres ya estaban desempleadas antes de la pandemia. En total, alrededor de 25 millones de mujeres están desempleadas o se encuentran fuera de la fuerza de trabajo en este momento.

En Ecuador, las mujeres han sido las más golpeadas por la crisis, entre mayo-junio, la tasa de desempleo se ubicó en 15,7% para las mujeres y 11,6% para los hombres, y aunque estas cifras mejoraron lentamente, debido a los mecanismos implementados, como acuerdos laborales y contratos especiales emergentes, así como por el retorno paulatino a la actividad comercial, a septiembre de 2020, la tasa de desempleo se ubicó en 8,0% para las mujeres y 5,7% para los hombres, afectando principalmente al área urbana. Actualmente en nuestro país, del total de 3,36 millones de mujeres que conforman la Población Económicamente Activa (PEA), el 20,6% está en el subempleo, solo el 27,8% tiene un empleo adecuado y el 7,2%% está en desempleo, esto es más de 240 mil mujeres (ENEMDU, 2021). A modo de ejemplo, de cada 10 contratos de trabajo formales que se generan en el país, 7 son para hombres y 3 para mujeres.

Por esto, unas de las principales preocupaciones para nuestra región y nuestro país, ha sido mejorar los indicadores de participación laboral femenina de cara a la recuperación económica, porque es el trabajo lo que define el nivel de vida y las posibilidades de realización personal.

El hecho de que la pérdida de puestos de trabajo sea mucho mayor para las mujeres no solo impacta los avances en igualdad de género, sino que también reduce la capacidad de las familias para compensar la pérdida de ingresos, produciendo una recesión más profunda y persistente. De acuerdo a Bloomberg, los economistas indican que a medida que la crisis se prolonga, las consecuencias económicas de la crisis sanitaria para las mujeres, serán a largo plazo siendo los mayores puntos débiles las mujeres que tienen niños pequeños. Esto se reafirma con los resultados de la investigación presentada por Bridge The Gap Latam, consultora especializada en género, donde se muestra que en el marco de la pandemia el 62,4% de las mujeres en Latinoamérica con hijos declara haber visto, en gran medida, afectada su productividad laboral.

Respecto a la brecha salarial de género, hasta septiembre de 2019, la cifra presentada en la Encuesta Nacional de Empleo y Desempleo del INEC (ENEMDU) ascendía a 15,23% lo que indica que por cada dólar que un hombre genera, la mujer genera 84 centavos. Al cierre del año 2020 la brecha salarial ascendió al 18%, lo que indica 82 centavos femeninos por cada dólar masculino.

Es importante considerar que la recesión afectará las futuras oportunidades de ingresos de las mujeres que ahora no pueden trabajar. La evidencia de recesiones anteriores muestra que los trabajadores que pierden el empleo durante una recesión experimentan pérdidas de ingresos muy persistentes (Davis y von Wachter 2011). Encontrar un nuevo trabajo es difícil; encontrar uno con la misma responsabilidad, salario y oportunidad profesional que el trabajo que se perdió es aún peor.                                                                                

La crisis de los cuidados y el teletrabajo. 

Según datos del INEC, en el estudio Mujeres y Hombres del Ecuador en Cifras III. Las mujeres tienen una participación del 94.1% en los hogares privados como servicio doméstico, 68.3% en actividades de servicios sociales y de salud, 65.5% en hoteles y restaurantes y 61.9% en enseñanza. Encontrar cuidado infantil sigue siendo difícil, ya que la propia industria se ha enfrentado a desafíos nunca antes imaginados, incluido cierre de las instituciones educativas y pérdidas de empleos en los hogares que complican el acceso a servicios de cuidado y servicio doméstico remunerado. 

“En la actualidad la conciliación es casi inexistente, la pandemia ha puesto en manifiesto que los estereotipos de género nos sitúan (a las mujeres) en la ocupación de las labores del hogar y si no promovemos dentro de nuestros hogares la corresponsabilidad, es decir la distribución equilibrada de labores domésticas y de cuidado, nos veremos afectadas al precarizar nuestra calidad de vida” María José Zambrano, Presidente de OPEV 

Como resultado a los impactos de la situación que vivimos globalmente, más mujeres deben enfrentarse a la decisión de renunciar a su vida laboral para encargarse del cuidado del hogar y los hijos o mantener sus empleos sin el apoyo adecuado en casa.  En Latinoamérica las mujeres realizan aproximadamente el triple de trabajo no remunerado que los hombres, en Ecuador, de acuerdo a los datos del INEC,previos a la crisis sanitaria, el 76,8% de las tareas no remuneradas del hogar son realizadas por mujeres, lo equivalente a ¡31 horas semanales! 

De acuerdo a datos de un estudio realizado por Ipsos (2016) sabemos que los principales problemas que la mujer enfrenta en el mundo laboral son la falta de flexibilidad y el no tener acceso al cuidado de los niños, en contraste, según un reporte realizado por Catalyst (2020) es más probable que las madres que no trabajan de forma remota expresen su preocupación sobre tener que reducir las horas de trabajo, trabajar a tiempo parcial o dejar de trabajar temporalmente (55%) mientras que las mujeres con necesidades de cuidado infantil tienen un 32% menos de probabilidades de dejar su trabajo si pueden trabajar de forma remota (Catalyst, 2021) 

En el informe de la OIT (2021) se expresa que si bien el teletrabajo puede otorgar a las mujeres mayores posibilidades de trabajar para el mercado, también puede exacerbar la tensión entre el uso del tiempo destinado a estas actividades y el destinado a las responsabilidades del hogar y de cuidado.                                               

Es fundamental recolectar datos recientes sobre el uso del tiempo, donde se visualice en esta “nueva normalidad” el tiempo invertido en las tareas de cuidado, y así entender que estas constituyen una necesidad básica para el funcionamiento de las familias a lo largo del ciclo de vida de sus integrantes. La situación que enfrentamos las mujeres en la región y nuestro país, no resiste más, la distribución actual es insostenible, el constante malabar entre la vida personal y laboral se ha traducido en una pérdida de empleo y autonomía grave, un sistema de cuidados que permita delegar esta función y salir a trabajar es una solución de alto valor para mejorar los indicadores de participación laboral femenina en el Ecuador.

Reactivación con enfoque de género. 

Si es malo para las mujeres, es malo para la economía. Las mujeres representamos alrededor del 70% de la demanda de consumo global. Un informe histórico del McKinsey Global Institute encuentra que se podrían agregar $ 12 billones al PIB mundial para 2025 si se reduce la brecha de género, frente a una crisis sanitaria de escala global debemos sumarnos a pensar estratégicamente y verlo como una oportunidad para repensarnos como sociedad y acelerar el cierre de las brechas de género. Para que las empresas, nuestro país y nuestra región prosperen, la respuesta ante la crisis por parte del estado y el sector privado no puede permitirse la exclusión de las mujeres como parte de la solución, pues se corre el riesgo de volver a una estrategia de recuperación que, en el largo plazo, tendrá consecuencias perjudiciales para las vidas reales de mujeres, hombres, niñas y niños, y para el ambiente en el que vivimos. Una reactivación sin enfoque de género es un camino seguro a la pobreza y la desigualdad. 

Debemos procurar tener como foco la creación de mecanismos para mejorar los indicadores de participación laboral femenina, incentivar al sector privado a la contratación de mujeres promoviendo la contratación femenina formal, incrementar la participación de más mujeres en roles de liderazgo que aseguren un enfoque empático que decante al resto de la compañía en todos sus niveles , fortalecer las carreras técnicas y el reskilling que les permita estar preparadas para enfrentar nuevos desafíos, pero sobre todo que el ecosistema esté dispuesto a medirse y a evaluarse porque sin información que nos ayude a identificar los males que padecemos absolutamente nada puede mejorar.